domingo, 17 de mayo de 2009

AQUELLOS OFICIOS PERDIDOS



Debo estar haciéndome mayor. Si, eso debe ser.. Ultimamente los recuerdos me sorprenden a cada paso que doy. Recuerdos de una infancia ingrata, pero que a la luz de los años, supongo, se ha ido matizando y adquiriendo ese color revenido de la añoranza.
! Como contar a la gente no joven, sino mas joven que yo (que es distinta expresión) que no me invento lo que cuento !
Te miran con cara asombrada, y me imagino que deben estar pensando mentalmente que estoy como una regadera.
Recuerdos de una infancia con ciertas privaciones, viviendo en una casa en la que si querias ir al baño tenias que salir a la calle y usar el aseo comunitario y por la noche, por supuesto, el orinal bajo la cama que había que vaciar al día siguiente.
Recuerdos de las vecinas charlando en el poyo de la casa al anochecer de los veranos achicharrantes de Valladolid.
Recuerdos de "La" Eladia y "La" Tina, dos hermanas que vivían en una casa molinera de planta baja adosaba a la mía. Eladia, confinada en una silla por ser paralitica, vendía golosinas en la puerta de su casa, y Tina arreglaba a veces sillas de enea. Con ellas aprendí a contar las horas del reloj.
Recuerdos de Julia, mi protectora, cuya puerta se encontraba frente a la de mis padres y que yo franqueaba continuamente cuando no quería comer lo que tocaba. Recuerdos de su marido, un hombre al que yo aborrecía sin saber por qué. Cuantas veces mientras esperaba que abriera la puerta repetía el cartel que colgaba de ella : "H.......... Perez de Blas., Cristalero, Especialidad en Puertas y Ventanas"..

Y junto a la puerta, la vara.. La vara de varear la lana. Una vez al año, entre primavera y verano, aparecía por la explanada que había ante mi casa el COLCHONERO . Habiendo hablado días atrás sobre el precio y lo que hacía falta, todo estaba previsto para su llegada.. La lana, apelmazada tras un año de uso, se situaba sobre un tablero colocado encima de unas borriquetas o caballetes. La vara, de fresno casi siempre, fuerte pero flexible a un tiempo, sacudía varazos sobre el montón de lana y arrancando vedejas y esponjando la borra, conseguia que la lana se quedara hinchada y las vedejas flojas y sueltas.
La tela del colchón, que ya había sido lavada, se rellenaba entonces con la lana ya preparada y se cosían y acercaban los bordes, con unos puntos que siempre se llamaron "puntos de colchonero" y que curiosamente se utilizan actualmente mucho en cirugía para suturar varios planos de una herida con un solo material.

Aquellos días, que eran de mucho trabajo para nuestras madres, eran sin embargo de diversión para los más pequeños, y sin duda de placer para todos, al caer la noche,pues "reestrenabamos" un colchón mullidito y acolchado recién hecho.

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