Había una vez un juguete roto. Su forma no era muy delicada. En realidad estaba partido por varios sitios, y las ropas que vestía (pues simulaba ser un niño) estaban desgarradas por algún ratón. Pero el juguete, sorprendentemente podía pensar!!
Era curioso, porque, cuanto más lo pensaba, menos lo entendía. El no estaba con otros juguetes. Estaba en el sótano, junto a una caja de trastos a punto de ser enviados a quemar o a la basura. Era capaz de ver que estaba sentado, y al mirar hacía abajo, lo que deberían ser las piernas, estaban casi arrancadas de cuajo.
Pero, a pesar de tener corazón ! no le dolía!
Intentó incorporarse. Bueno, con dificultad, pensó, podría conseguirlo, pero ¿ adonde iría?
Miró alrededor suyo. Una vieja silla y algunas cajas antiguas lo acompañaban en aquel sótano. Se sentía TANN triste !!!
El juguete comenzó a llorar.
La silla entonces, enderezó muy tiesa su respaldo.
- ¿Por qué lloras, juguete?
- El muñeco, tembloroso, le contó a la silla lo que le pasaba.
¿ Y esa es la razón de que estés llorando? ¿Acaso no cumpliste tu cometido?
- No lo se, dijo el juguete. No recuerdo haber tenido antes corazón y memoria.
La lámpara metió baza de inmediato.
- ¿Como es posible que no tuvieses corazón? Eres un embustero !!
Una de las cajas, que era muy mayor, le dijo entonces a la lámpara que no hablase de lo que desconocía, ya que ella y su hermano, el archivador, habían conservado durante muchos años cartas y libros en su interior, y habían podido leer cosas y aprender... cosas que ni imaginaban...cosas extrañas que daban miedo.
Y se pusieron a discutir agriamente sobre lo que unos y otros sabían.
Entonces el muñeco sonrió para si. Porque, a pesar de ser un juguete roto y desvencijado, a pesar de todo, acababa de descubrir que, por primera vez en la vida que el recordaba, no estaba absolutamente, desgarradoramente, SOLO.
Postdata: Un libro, un amigo, un juguete, una silla, un gato... todos podemos ser amados.
C.A.Gallego ©