miércoles, 11 de julio de 2012

MI FAMILIA




El día, bochornoso y agobiante como todos los del verano, había dado paso a un atardecer algo mas fresco, por lo que decidí salir con mi señora a dar un paseo. Los niños revoloteaban a nuestro alrededor. Reconozco que son algo traviesos, pero mi esposa los mantiene a raya repartiendo algún que otro capón, a la vez que con un brazo me enlaza por la cintura. Bueno, la verdad es que mi esposa es un pulpo, y así, le es muy fácil hacerlo. Ah, no, no señores, no es lo que ustedes imaginan. No es que tenga mil pares de patas para meter mano a todo el que se acerque, sino que es eso, una mujer pulpo, un octópodo, cefalópodo dibranquial que vive de ordinario en el fondo del mar, pero que por azares de la vida lo hace actualmente conmigo, y fuera del mar, como es de recibo en una esposa que se precie y viva con su marido.
A lo que iba. Cruzábamos tranquilos el Puente Mayor, con idea de solazarnos en el parque cercano, cuando con mucho estrépito y mayor algarabía por parte de la gente, cayó un helicóptero junto al pretil del puente.
Nosotros seguimos caminando. Al fin y al cabo esa nave voladora (que como dirían los padres de mi señora era fruto del diablo) no nos pertenecía, así que  porqué preocuparnos por ella.
Llegados al final del parque, la expectación se había hecho cada vez mayor, así que decidimos que cogiera el coche y volviera a buscarlos.
Cruce la Avenida que serpenteaba junto a las ondulantes formas del parque, y llegue al coche. Aún no había atasco! Menos mal! 
Salí un poco precipitadamente, es cierto, pero es que por el retrovisor pude ver como cientos de personas se acercaban en tromba para ver el circo que se había organizado junto a la aeronave caída, y caramba, eso me asustó un poco. En todos los coches se tocaba el claxon, y los conductores enarbolaban en una de sus manos una especie de garrote bien grueso con el que proferían gritos extraños.
Así que me cargué dos o tres espejos al salir, y con la precipitación no vi los pies de una buena anciana que cruzaba con su bastón el paso de cebra. Solo diré en mi descargo que la buena señora llevaba un fusil ametrallador de asalto asomando entre las lechugas de la bolsa de la compra.

En mi afán por llegar cuanto antes donde se encontraban mi adorada esposa y mis niños, me salté varios stop, y he de reconocer que no vi los bolardos que la Guardia Civil había hábil y disimuladamente colocado para que no los viéramos. O eso creo, porque la verdad yo solo noté un cierto saltito raro al paso del coche.

Desgraciadamente la situación del coche hacia muy difícil el rescate de mi familia, puesto que se encontraban en el extremo opuesto a donde mi coche se dirigía, y debía encontrar un lugar donde dar la vuelta y coger la vía de circulación en sentido contrario.
Ah ¿ que yo destrocé la fuente más famosa de la ciudad y espachurré a los dos viejecitos que se achuchaban contra el poyo de piedra que la rodeaba? 
No señor, eso no lo acepto. Los viejecitos eran unos desvergonzados que retozaban en bolas dentro de la fuente, con la excusa del terrible calor que acuciaba.
Sorprendidos en una actitud tan impropia, decidieron hacer estallar las ballenas del sostén de la señora en un acto de inmolación digna de una película de Quentin Tarantino.

Conseguí, sea como fuere, encontrar la forma de dar la vuelta y volver por el carril contrario de la vía, en busca de mi amada familia, a la que suponía tan asustada como perpleja ante el desorden y el desconcierto que reinaba en ese caos que era el parque, el río y los aledaños.
En la alameda que acaricia el río y es lugar de encuentro de las parejas y los amantes discretos estaban, bastante aturdidos por cierto, los tripulantes del helicóptero caído. Este, hecho un amasijo de hierros retorcidos, estaba clavado por la hélice en la argamasa del puente y se balanceaba como una bailarina de ballet emitiendo suaves chirridos retozones. Me da que le gustaba estar clavadito así. Estaría cansado de tanto vuelo y tanto trabajar, sin un ratito de descanso, y claro…
Continúe con el coche a la búsqueda de mi prole, adelantando como podía, ora por la acera, ora por el jardín, que por cierto tenía un maravilloso perfume a jazmín y enredadera. Lo sé porque se me coló parte de un jazminero por la ventana, y no solo el arbolillo, sino también el señor que lo estaba podando, pero él no olía así de bien e indignado por su intromisión sin permiso, lo largué fuera cual abejorro molesto.
Finalmente pude entrever entre la muchedumbre uno de los brazos de mi esposa que agitaba los tentáculos en su afán de que la reconociera y supiera de su situación exacta.
Aparque el coche sobre un seto, que amablemente se dobló para que yo lo dejara bien situado y en dos patadas me situé junto a mi linda mujercita. Agarré el tentáculo que me ofrecía, ella a su vez agarró a los dieciocho niños, y salimos a escape de allí.

¿Qué no me cree? ¿Qué si he bebido? ¿Qué si creo que se van a tragar eso?
No se que decirle señor juez. Yo soy un hombre normal, hogareño, nada dado a las excentricidades y desde que me encuentro aquí le estoy observando y me doy cuenta que usted tiene muchos pero muchos y serios problemas : esa ropa tan negra y larga que lo cubre, ese gorro de forma prismática y con una borla en la punta. No será usted afeminado, ¿verdad?


C.A.Gallego. Obra propiedad de su autor
Prohibida su reproducción total o parcial sin su permiso
Contacto: Agarimo@gmail.com


domingo, 8 de julio de 2012

EL TERRIBLE SINO DE MACADO-2


Macado paso del estupefacta y cabreada, al cabreada a secas, y después al cabreadísima en segundos, y su mirada no debía barruntar nada bueno porque el asesino en serie empezó a temblar malamente.
-       Estate quieto , le dijo.  No muevas ni un músculo o te atizo con el rulo de madera ¡Como no he tenido yo un día pésimo ni na… viniste tu a fastidiarme !  Rosco, Rosco, ven aquí. Quédate junto a este señor.. ¡Que no se mueva! Y si se pone flamenco le muerdes.  
Rosco estaba encantado. Desde que tenía uso de razón perril soñaba con ser perro de defensa, lo cual siendo un caniche chungo mil leches lo hacía bastante complicado. Pero esta vez su sueño se iba a cumplir y el sujeto aquel con cara bobo mierda no iba a mover ni un pelo de su, ya de por si escasa, cabellera.  Le enseñó los colmillos para que supiera que ladraba en serio y se colocó estratégicamente entre ambas piernas, a la altura de la no muy deseable (para el humano) mordida en sus partes nobles.
Macado cogió el teléfono y marcó el número de su amiga.
-       Fefa, vente para acá a toda pastilla.
-       ¿ Eh? ¿pero que hora es? Jolines Macado que son las dos de la madrugada..
-       ¡ Que te vengas he dichooo.. ¿Somos amigas para todo o no somos amigas? Pues lo que tengo en casa es muy goooordooo! (eso lo dijo arrastrando la o y con grandes aspavientos). Te espero aquí en menos de quince minutos.
Fefa percibió en el tono de Macado que ésta estaba realmente histérica, y que algo muy grave debía pasar, así que se plantó encima del pijama la bata a cuadros que tenía sobre la cama, se acomodó sobre las zapatillas de estar por casa y salió en tromba hacía el garaje en busca del coche.  
En realidad le sobraron diez de los quince minutos, y cuando llegó a la casa su amiga estaba un poco mas relajada gracias a los dos Valium extra que generosamente se había dispensado.
Al primer toque de timbre Macado abrió la puerta. Su aspecto demacrado no presagiaba nada bueno.
         - Mi niña, ¿me quieres decir que haces en bolas?
Macado miró a su amiga con una cara a medias entre la nebulosa del Águila y la de la Tarántula. Vamos, que tenía un colocón del quince. En segundos le puso a su amiga en antecedentes de lo que había ocurrido. Fefa flipaba en colores y por un momento pensó que a Macado se le había ido la olla ( ¡ y mira que le digo que se pasa tres pueblos con los putos ansiolíticos..eh, pero nada!) , cuando un ruido procedente del salón le dijo que no, que hablaba en serio.
En el salón, el asesino en serie, que a partir de ahora llamaremos “aes”, se encontraba bastante acojonado ante la idea de ser capado por el chucho aquel que le miraba con muy mala cara y babeaba junto a sus piernas. La presencia de las dos mujeres no amainó en absoluto su zozobra. Y empeoró sustancialmente cuando las oyó hablar.
-   Pero este memo ¿qué hace aquí?
-   Habla, gilipollas ¿ por qué querías matar a mi amiga? Tráeme un cuchillo Macado, que si el perro no hace la faena lo arreglo yo. ¿quién te manda? ¿cuánto te van a pagar por el trabajo?  
Fefa cuando quería dar miedo lo daba de verdad. No en vano en Chinchofónica la dejaban al cargo de las llamadas difíciles y las resolvía con tanta soltura que había sido nominada en varias ocasiones como “trabajadora del mes” por su habilidad a la hora de convencer a los clientes de que más les valía no hacer ni una “puta reclamación”.
Las preguntas de Macado, eran distintas. Quizá por la acción del ansiolítico, y sobre todo porque tenía un pedal de padre y muy señor mío, tenía curiosidad en el individuo que había entrado en su casa para matarla y quería saber, por ejemplo, cuantos muertos tenía en su, como ella dijo, “libreta de fiambres” . Le interesaba saber, (cosas insondables de la curiosidad femenina).. si se lo contaba a su mujer cuando llegaba a casa y se explayaban hablando de ello, quien le lavaba la ropa cuando llegaba todo ensangrentado ( seguro que llegas así, porque claro, los hombres no cuidáis esas cosas y ponéis todo pringado)..

Aquello era mucho para el "aes" y dos segundos después perdía el conocimiento.

                                                                                 Continuará
                                                                                (o eso creo)

sábado, 7 de julio de 2012

PARA REFLEXIONAR

LA FABULA DEL TONTO

Se cuenta que en una ciudad de interior, un grupo de personas se divertían con el tonto del pueblo, un pobre infeliz de poca inteligencia que vivía haciendo pequeños recados de los vecinos, y recibiendo limosna.
Diariamente, algunos hombres llamaban al tonto desde el bar donde se reunían y le ofrecían escoger entre dos monedas: una de tamaño grande de 5o centavos, y otra de menor tamaño pero de un peso. El siempre agarraba la más grande y menos valiosa, lo que era motivo de risa para todos. Un día, alguien que observaba al grupo divertirse con el inocente hombre, y enfadado por la actitud de estos, llamó aparte al tonto y le preguntó si todavia no se había dado cuenta de que la moneda de mayor tamaño valía menos que la otra. A lo que este respondió:
Lo sé, no soy tan tonto, vale la mitad, pero el día que escoja la otra el jueguecito se acabó y no voy a ganar más mi moneda.

Esta historia nos hace sacar varias conclusiones: 
1. Quien parece tonto no siempre lo es.
2. ¿ Quienes eran los verdaderos imbeciles de la historia?
3. Una ambición desmedida puede acabar cortando tu fuente de ingresos
y por ultimo:
4. Podemos estar bien, aún cuando los otros no tengan una buena opinión sobre nosotros. LO QUE IMPORTA NO ES LO QUE PIENSEN LOS DEMAS, SINO LO QUE UNO PIENSA DE SI MISMO.
Moraleja:
El verdadero hombre inteligente es el que aparenta ser tonto delante de un tonto que aparenta ser inteligente.