martes, 9 de junio de 2009

AQUELLOS OFICIOS PERDIDOS-2

Es curioso como la nostalgia es capaz de traer a la memoria recuerdos que creía olvidados. Oficios como el del colchonero, del que hable días pasados, me hacen recordar otros, como el del melonero, el del carbonero, el afilador, tantos...
Tantos y tan duros trabajos, que recuerdo desde la distancia y la comodidad de quien, por ejemplo, no tenía que ir a la fuente con el cántaro para llenar las tinas que había en casa de mi abuelo. Yo, tan solo iba a la jarra y bebía el agua.

Desde la comodidad de niña que recibía al carbonero tiznado y curtido por fríos y soles, sentada en la escalera, mientras aquel hombre, con su saco de carbón sobre la espalda, cubierta esta con un sobretodo con capucha de arpillera o tela basta, iba del camión al hueco que hacía de carbonera y soltaba su carga negra y polvorienta.

Como no recordar también al melonero, y más ahora, que la fruta no sobrevive fuera de la nevera y sabores, olores y texturas dejan tanto que desear. Pasado el Puente Mayor, en un solar, que tiempo después albergaría viviendas, pero que por aquel entonces estaba pelado y mondo y donde daba de lleno en verano el sol con toda su saña, descargaba el melonero su carga de melones. De un día para otro, se montaba un toldo y bajo su sombra se descargaba un camión de melones y sandias. De vuelta a casa tras la compra parabamos alli y pedíamos un melón. ¿Para cuando lo quiere? preguntaba él. Mañana, pasado.. el próximo domingo.. El labriego, experto conocedor de la materia prima que cultivaba, se metía entre melones, y este si, este no..sacaba varios para catar.. Si señores, para catar. Le daba un tajo con un cuchillo bien afilado y cortaba un triangulo, que daba a probar y si te gustaba te lo llevabas, y sino, pues a catar otro. Después te lo pesaba en una báscula romana de gancho, te cobraba y listo para tu casa.

Fotos siguiente: Puesto de melones en Madrid, que aún continúan en activo.


Lástima de oficios desaparecidos

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